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Recuerdos del pasado «la cencerrá»

Lorenzo Fernández Molina.- Se acababan de casar dos viudos: Genaro y Sixta. Genaro un agricultor sesentón de aspecto bonachón y la Sixta cincuentona, regordeta, pechugona y con dos hijos.

Como era costumbre aquella boda, aunque concertada a las sombras de la noche y por la puerta trasera de la iglesia, no iba a pasar desapercibida. El pueblo juerguista y joven, siguiendo su costumbre, se aprestaba a darle la bienvenida de la manera que sabe hacerlo desde la antigüedad: con una cencerrá.

Terminada la ceremonia y subidos en el coche hacia su domicilio conyugal, se oía un ruido infernal producido por el choque de veinte docenas de botes sobre el empiedro de la calle que iba señalando el caminar de la pareja y motivaron las repentinas y bacineras atenciones entre el vecindario, con la picantona salpicadura de habladurías.

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Cuando al fin se detuvo el sonoro automóvil, Genaro y Sixta bajaron presurosos y penetraron en el portal. Oyose la cerradura y el corrido del cerrojo. Al parecer todo había terminado.

La partida de jóvenes y menos jóvenes -los cencerrantes-, al tanto del desposorio y del caminar, esperaba pacientemente que el nuevo matrimonio hubiera penetrado en su estancia, la casa de Genaro, para agrupados todos y pertrechados de abundante y destajera instrumentación: bidones, cencerros, panderetas, sartenes, almireces y botellas de anís «El Mono», y proceder al arribo cuando se suponía habría de tener la anuencia del refocileo. Ese era el momento en que tendrían que irrumpir jocosos y cachondos. Calcularon prudentemente el tiempo previsto para el ayunte nupcial, teniendo siempre algún testigo en sitio conveniente para atisbar las luces de la vivienda y ver el momento en que deberían entrar los componentes de la murga que ya esperaban ansiosos su interpretación.

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Llegado el momento, penetra en la escena el jolgorio, y entre el atronador ruido destaca la voz del experto en estas materias que grita:

– ¿Quién se casa?
– Genaro. Gritaron todos.
– ¿Con quién?
– Con la Sixta.
– ¿Qué le regala?
– Una silla.
– ¿Pa qué?
– Pa que se la meta en cuclillas.

¡Pues que siga la cencerrá.

E inmediatamente, el bronco esparcimiento de la percusión y el metalizado chirriar de almireces y botellas, ponían las notas más destacadas en espera de otra nueva letrilla.

– ¿Quién se casa?
– Genaro. Gritaron todos.- ¿Con quién?
– Con la Sixta.

– ¿Qué le regala?
– Un capacho.
– ¿Pa qué?
– Pa que meta a sus muchachos.

¡Pues que siga la cencerrá.

 

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