Los regantes aspiran a una segunda modernización del regadío con más tecnología y digitalización para trasladar con «toda transparencia» a los gestores y a la sociedad los datos de los que disponen para informarles de su actividad, y reclaman también políticas que equilibren mejor los usos del agua.
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El presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), Juan Valero de Palma, ha marcado estos dos retos como los principales para el sector y lo hace en el contexto de la Semana Mundial del Agua, un ciclo de conferencias al que acuden cada año en Estocolmo decenas de expertos para debatir sobre este recurso.
España tiene ya disponible el 80% de su superficie de regadío para una segunda modernización, ya que han superado la primera, centrada en la implantación de sistemas más eficientes.
Según ha recordado Valero de Palma, esa primera modernización consistió principalmente en dejar el regadío por gravedad (por tuberías, acequias o canales) para pasar a otro más eficientes, como el localizado y por aspersión.
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AHORRO DE AGUA
La encuesta sobre superficies y rendimientos de cultivos (Esyrce) de 2023 recoge que en España hay 3,71 millones de hectáreas bajo regadío, de las que sólo 721.927 quedan ya mediante el sistema de gravedad (el 19,44 %) y Fenacore es partidario de que también abandonen este método.
Todo ello ha permitido que los regantes españoles usen 15.500 millones de metros cúbicos de agua al año, frente a los 20.000 millones que necesitaba a finales de la década de los 90, es decir, 5.000 millones de metros cúbicos menos.
Para el presidente de Fenacore el trabajo desarrollado es relevante porque España ha conseguido en «25 años» pasar de una mayoría de terreno regado en gravedad a hacerlo con los otros sistemas alternativos.
Es un «esfuerzo muy importante» del que «podemos sentirnos orgullosos» porque España está a la cabeza en modernización tanto a nivel europeo como mundial.
Una modernización en la que se ha ido integrando el uso del «big data» gracias a sensores que dan información sobre la humedad del suelo o del análisis del estado vegetativo y nutricional del cultivo para adaptar mejor sus necesidades hídricas.
Sin embargo, cree que hay que ir a esa segunda modernización para obtener más información y que ésta se traslade a la sociedad para su conocimiento.
Lo justifica porque «usamos el agua, que es de dominio público, y lo tenemos que hacer con la mayor transparencia posible».
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LA AYUDA DEL PERTE
Para conseguirlo, cree fundamental el desarrollo del Perte de digitalización del ciclo del agua, impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), y que ha reservado una partida de 200 millones para el regadío.
Entre sus objetivos, según recoge este Departamento, se encuentra mejorar el conocimiento de los usos del agua en el regadío y de la transparencia en la gestión administrativa del agua; mejorar le eficiencia energética en las fincas de regadío; y mejorar el empleo de fertilizantes y plaguicidas y disminuir los impactos de su aplicación sobre el ciclo hidrológico.
Su primera convocatoria tiene previsto financiar proyectos de 100.000 euros a 2 millones de euros, hasta un total de 100 millones de euros de presupuesto.
En la segunda convocatoria, que se publicará en los próximos días y también está dotada con 100 millones, se reduce la cuantía mínima de la ayuda por solicitud de 100.000 a 50.000 euros, por lo que se concederán ayudas entre 50.000 y dos millones como norma general y hasta cuatro millones en caso de comunidades de usuarios de aguas subterráneas.
Otro de los grandes retos es «armonizar» el uso del agua para encontrar un equilibrio entre su demanda como recurso esencial para la naturaleza y el mantenimiento de la biodiversidad y su uso para agricultura.
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Hace un llamamiento a las administraciones para que «ponderen» y hagan «conciliar todos los intereses» en la gestión del agua y en su toma de decisiones.
Una gestión que, según remarca, debe estar basada en «criterios técnicos y principios jurídicos», alejada de posiciones «extremas».
En ese sentido, asegura que España es un país dado a «pasar de un extremo a otro» y ahora «estamos dentro de una visión de ecologismo demasiado radical».
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