Recuerdos del pasado.- El pregonero

Lorenzo Fernández Molina.- La noche daba sus últimos estertores entre el chirriante ruido metálico de las ruedas de los carros al resbalar sobre los cantos irregulares de las calles. Amanecía y las puertas, que momentos antes se abrían para dar salida a los animales y carruajes, volvían a abrirse para dar salida a las amas de las casas que con sus escobas procedían al barrer diario de la puerta de calzada que les correspondía. Las aceras, en la mayoría de los calles, no existían.

Poco después el pueblo daba comienzo a su actividad. La chiquillería aparecía somnolienta, y no tardaba mucho tiempo sin que apareciera un personaje singular, representativo de una de las estampas más típicas de nuestros pueblos, un servidor público. Matías Bustos Alcolea era el vocero de nuestra localidad, y sus pregones informaban al vecindario de todos los acontecimientos de la vida social.


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Portaba en bandolera una trompeta de metal que hacía sonar para concentrar a la gente. Avisaba su llegada con tres toques simples y largos de trompeta: piii, piii, piii. Se paraba en las esquinas y, soplando con fuerza, la hacía sonar con estridencia. La señal acústica, era un toque de alerta a toda la comunidad vecinal. El sonido tenía la virtud de acallar las conversaciones de las vecinas que se transmitían del acontecer diario, las cortinas se corrían y se abrían puertas y ventanas. El ruido callejero se silenciaba y el pregonero lanzaba a los cuatro vientos su bando o pregón.

Si el bando era oficial siempre se seguía la misma cantinela ritualizada, el mismo tratamiento y lanzaba su voz al aire con el mandato de nuestra autoridad:

Por orden del señor Alcalde
se hace saber que ................ 
..................................
................ .................
.................................  
Lo que se hace saber
para general conocimiento.


Otras veces se pregonaba la venta de cualquier producto: se citaba la mercancía, el precio, el vendedor -si era conocido- y el sitio donde se expendía. Nos informaban de todas las notas oficiales, cobranza de impuestos, artículos a la venta, la llegada de compañías de atracciones, teatros, charlatanes y otros personajes singulares. Todo lo que interesa al vecindario tanto en anuncios comerciales de carácter particular y circunstancial como la pérdida de objetos, etc.. Los vecinos también tenían la posibilidad de la publicación de bandos, abonando la cantidad correspondiente.


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Esta costumbre romana y medieval, con sus variables de sones y tamboriles; de guerras y de paces; de mandos y vasallaje y que en la mayoría de los casos proclamaban castigos de incumplimientos, ha llegado hasta nuestros días hasta dar al traste con la voz del pregonero. Su voz quedó muda y en lo sucesivo será sustituida por el papel y la pizarra municipal.

Con la desaparición del pregonero, fueron muchas las personas que se despistaron. No sabían cuando se pagaba la contribución, ni cuando llegaba al pueblo el señor notario. Pues de esto y mucho más, nos informaba, con su voz, el pregonero municipal del pueblo.