Oficios desaparecidos.- El campanero

Mª Dolores López-Tercero Sánchez.- El oficio de campanero, desaparecido casi en su totalidad en la actualidad, debido a la implantación, desde los años sesenta del siglo XIX, de nuevas tecnologías que permiten la programación por GPS para el toque automático de las campanas fue, en un pasado no tan lejano, de gran importancia.

Considerado como un arte, pero también como medio de comunicación, este oficio requería de una dedicación plena.


Publicidad:

 


Si tienes curiosidad por saber cómo trabajaban y quienes eran estos hombres, Esquina de Mauricio te invita a seguir leyendo.

Existe una diferencia entre el campanero rural y el urbano.

El primero, generalmente, es un hombre soltero, aprende el oficio de su padre, al que ayuda en los toques desde pequeño, y permanece en este trabajo hasta edades muy avanzadas. Además, no cobra por tocar las campanas, compaginando éste con otro oficio, generalmente el de sacristán.

En nuestra localidad, Moral de Calatrava, el último campanero fue el ciego Amando Arroyo López, quien también llevaba a cabo las labores de sacristán y falleció en 1944 cuando tocaba las campanas de la Iglesia Parroquial.

En cambio, el campanero urbano, está casado y no aprende el oficio de su padre, si no por pura vocación. Se dedica de forma exclusiva al toque de las campanas, cobrando una cantidad previamente estipulada.


Publicidad:

 


Se trabajaba todos los días del año, y era necesario tocar varias veces las campanas a lo largo del día. Siendo los campaneros urbanos lo que más veces debían hacerlo.

Ambos campaneros, pero en especial los urbanos, debían conocer los distintos toques, pues durante siglos fue el lenguaje por el que los vecinos podían conocer de ciertos acontecimientos o avisos. Por ejemplo: se daba aviso de las defunciones, en las que, según el toque de campana, se sabía si se trataba de un niño o adulto, hombre o mujer, casado o soltero, religioso o laico, si había muerto en la población o fuera de ella e, incluso, a la cofradía religiosa que pertenecía. Se sabía si había misa o sermón, procesión después de misa y, también se daban avisos de tormentas y conatos de incendios, entre muchos otros.

Además, según la festividad, los toques variaban: Eucaristía, Pascua, Navidad, etc. El único momento en que las campanas enmudecían era en Viernes Santo, siendo sustituidas por las matracas, en señal de duelo por la muerte de Cristo.


Publicidad:

 


Como vemos, dicho oficio era todo un arte que con los años han desaparecido, quedando en el recuerdo de nuestros mayores y, pudiendo ser contemplados de forma puntual en los campanarios de algunas iglesias de gran relevancia.

DESCARGA pdf