Oficios desaparecidos.- El deshollinador

Mª Dolores López-Tercero Sánchez.- Llega el invierno y aumenta la necesidad de mantener caliente nuestro hogar. Quizás en la actualidad muchos de nosotros lo hagamos con sistemas de calefacción eléctrica pero, no hace tanto, el único medio de mantenerse caliente era con una lumbre en la chimenea.

Hoy día, y fomentado en gran medida por las circunstancias económicas, muchos han optado de nuevo por la forma tradicional de mantenerse calientes durante los meses más fríos del año.


Publicidad: 


Y, en el caso de los países del norte de Europa, este sistema aún no ha sido sustituido por los más modernos, siendo el tradicional uso de las chimeneas el más extendido.

Para su buen funcionamiento, deben estar limpias y llevar a cabo un mantenimiento de las mismas, funciones que recaen sobre la figura del deshollinador.

Este oficio, extinguido en buena parte de países, sigue estando muy presente en los ya citados países del norte de Europa, donde se hace indispensable su figura.

Su principal función es la de la limpieza de las chimeneas pero, también se encargaban de reparar las grietas de éstas, evitando así la salida de los humos por las zonas de las fisuras, lo que podría provocar graves riesgos para los habitantes del hogar, como la posibilidad de incendios o intoxicación, riesgos que también se pueden sufrir si la chimenea no está limpia de hollín.


Publicidad: 


Para llevar a cabo su trabajo, el deshollinador debe subir a los tejados, siendo esto muy peligroso por la posibilidad de resbalar y caer desde una altura considerable.

Desde arriba, dejaban caer unas varas, o cuerdas, a las que iba atada una escobilla redonda con mucho vuelo. Con movimientos de subida y bajada, poco a poco, se iba limpiando el conducto de la chimenea. En ocasiones era necesario barrer las paredes para desprender mejor el hollín acumulado, lo que suponía que el deshollinador debía acceder por ella, con el riesgo de quedar atrapado debido a la estrechez del mismo. Toda esta suciedad caía en una bolsa previamente colocada con una cuerda en la parte baja de la chimenea, cuya boca había sido tapada para evitar que la suciedad saliera a la casa.

Debido a la necesidad de acceder a las chimeneas desde arriba, y teniendo en cuenta la estrechez de las mismas, era muy común que este trabajo fuera desempeñado por niños. En 1840 la ley prohíbe a menores de 21 años trabajar como deshollinadores. Sin embargo, habrá que esperar a que en 1845 entre en vigor una ley mucho más rigurosa para que finalmente quede abolido el trabajo infantil.


Publicidad: 


Sus herramientas eran muy sencillas, siempre negras por el hollín, al igual que sus ropas y rostros.

Este oficio estuvo siempre muy mal pagado, pudiendo recibir alguna limosna si el demandante quedaba contento con el trabajo.

Además, la inhalación del polvo desprendido del hollín y las circunstancias a las que los deshollinadores estaban expuestos, provocaban diversas enfermedades, algunas de ellas mortales como el cáncer.