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Recuerdos del pasado.- EL TÍO ALIGUÍ

Lorenzo Fernández Molina.- El personaje infantil del tío Aliguí o Aguilí ocupa un lugar destacado en algunos pueblos manchegos en los primeros días del carnaval.

Al parecer entronca con la mitología popular manchega vinculada a primitivos ritos sexuales de fertilidad muy extendida por todo el Mediterráneo.

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No tenemos constancia de que en el pasado haya tenido reflejo en nuestro pueblo pero algo de ello debe haber cuando «aliguí» es una palabra bastante habitual en nuestro vocabulario significando «algo atractivo que nos lleva hacia un engaño».

Aunque este personaje no haya tenido continuidad en nuestros carnavales, si quiero dejar constancia de su paso allá por los años 50 del pasado siglo, su imagen pervive en mi memoria y quiere salir para manifestar su pasada y efímera existencia.

Por los años que menciono el carnaval estaba prohibido, no se podía tapar la cara y sólo se permitía el llevar pintura adicional. Años antes había trasladado su residencia desde Valdepeñas a Moral el célebre Sebastián Merlo «Caradura», hombre que vivió el Carnaval con intensidad todos los años y hasta el final de sus días. Para animarlo y dentro de un sutil orden transgresor trae o rescata este personaje revolucionando con ello toda la chiquillería. Apareció el tío Aliguí.

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Sobre la pintura de su cara destacaban brillando unos maliciosos ojos; portaba en una mano una larga vara de la cual pendía un caramelo atado a su final, y en la otra mano otra vara mucho más corta. Caminaba orgulloso y rodeado por un mar de gente menuda. Los más atrevidos intentaban arrebatarle el caramelo colgante que debía ser con la boca. Una y otra vez ponía el tío Aliguí el caramelo al alcance de sus bocas, una y otra vez levantando y golpeando con la vara corta sobre la mayor alejaba el caramelo, y los dientes mordían el aire. El premio era el caramelo para aquel superara la astucia y rapidez del tío Aliguí.

Pero ¡ay! del trapacero que pretendiera conseguir el premio con las manos; un golpe decidido con su vara corta desanimaba los futuros intentos al tiempo que pregonaba:

Aliguí, Aliguí con la mano no con la boca sí.

Y la «basca» infantil junta y bulliciosa iba recorriendo la calle Real.

 

 

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