Fausto Calzado de la Torre.- En los últimos años se han puesto tristemente de moda en los medios de comunicación, las noticias que dan cuenta de la muerte de niños, siempre tan lamentable, a manos de los denominados “perros asesinos”.
A la hora de sacrificar a estos animales peligrosos, sus dueños suelen poner como excusa el afecto que toda la familia siente hacia ellos y el hecho de que, anteriormente, jamás se habían comportado así.
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Yo también he tenido perros. No pertenecían a ninguna de esas razas ahora tan justamente estigmatizadas; pero estoy de acuerdo, no obstante, en que el Perro, bien llamado “el mejor amigo del hombre”, es un animal que se deja querer.
Para esos dueños obstinados, valga mi modesto ejemplo:
“Siendo yo niño, veía a los chuchos callejeros deambular por las calles buscando algo que llevarse a la boca. Su proximidad me producía una mezcla de miedo y repulsión, que me llevaba a alejarme de ellos.
Años más tarde, cuando mi padre trajo el primer perro de caza a casa, reviví aquellos sentimientos de mi infancia. Sin embargo, con el tiempo, el animal se convirtió en centro de atención de la familia.
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Algún tiempo después, un accidente inoportuno le causó la muerte a la pobre Chiqui, que así se llamaba. Aquél fue un día triste para todos. Habíamos llegado a quererla. Sin embargo, con todo el cariño que yo le prodigaba, puedo afirmar que este sentimiento era infinitamente menor al afecto que se puede experimentar por cualquier persona.”
Entiendo, pues, que los dueños de estos “pobres perros”, cuyo único delito ha sido “nacer” de la mano del hombre –de hombres sin escrúpulos, sin duda alguna- para desempeñar tareas para las
que, en principio, no los había concebido Dios –o la Naturaleza-, se resistan a que se lleve a cabo su extinción controlada, apelando también a una mal entendida, desde mi punto de vista, “Conservación de las Especies”.
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Conservar sí, pero no debemos olvidar que, por encima esto, la Sociedad tiene la obligación de preservar la vida y la integridad de las Personas, porque, en definitiva, por mucho amor que lleguemos a tener a los Animales, el SER HUMANO está a años luz de ellos en la Creación.
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