Imaginería Religiosa.- La primitiva imagen de Ntra. Sra. de la Sierra

Antonio Miguel Trujillo.- El primer testimonio que nos da una descripción de la antigua imagen de la Virgen de la Sierra, lo debemos al sacerdote e historiador D. Inocente Hervás y Buendía. Por los detalles que aporta deducimos que pudo analizar la escultura personalmente, ya que entre 1883 y 1892, residió en Moral de Calatrava desarrollando el ministerio de Cura Ecónomo, período verdaderamente fructífero en su labor de erudito e historiador. A pesar de su brevedad, nos informa sobre el estado de conservación de la imagen a finales del siglo XIX, así como de su datación cronológica:

“La imagen de Nuestra Señora aunque horriblemente mutilada, para adaptarle los vestidos a la moderna, véese estar sentada, y en la esmerada ejecución de la silla, riqueza, buen gusto y arte de su dorado, en la corrección y gracia de su rostro se nota la perfección del arte, que se inició en la última mitad del siglo XIV”.


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De este breve párrafo, podemos deducir que se trataba de una talla gótica de buena calidad, de finales del siglo XIV en adelante; de postura sedente, es decir, sentada en una silla o trono y decorada con oro; por último, parece que su estado de conservación era pésimo, ya que se encontraba “horriblemente mutilada”. ¿Qué significa esto último? A partir del siglo XVI y durante los dos siglos siguientes, se introdujo y desarrolló en España una detestable moda que destrozó gran parte de la imaginería religiosa medieval, consistente en vestir las imágenes con indumentarias postizas, para darles una apariencia más en consonancia con las directrices estéticas del renacimiento y el barroco.

En muchos casos la hechura de estas imágenes no permitía adaptarles vestidos, por lo cual era necesario quitar aquellos estorbos que impedían el buen asiento de los mismos. A tal efecto era eliminada la figura del Niño Jesús, sustituyéndolo por otro Niño más conforme al gusto de la época y que podía también ser vestido. En los casos más drásticos, la talla de la Virgen era cercenada hasta adoptar forma de maniquí; se insertaban en el rostro ojos de cristal, respetando en lo posible las facciones originales, que serán el centro de atención de sus devotos; se colocaban brazos articulados y manos cuya anatomía permitiera la colocación de anillos y joyas.

Finalmente, se montaba sobre un armazón de madera cónico o piramidal llamado “Candelero” o más popularmente “devanaderas”, para elevar su estatura y dar así apariencia de estar de pie. Una vez vestida, quedaba satisfecha la devoción de los fieles, aunque en realidad lo único que reconocían era la cabeza o más en concreto, la cara. No obstante, a juzgar por los detalles que nos ofrece la descripción de Hervás, parece que en el caso de la Virgen de la Sierra el destrozo no llegó a tales extremos, al menos hasta esas fechas. Por desgracia, como veremos más abajo por otra descripción posterior, los vestigios originales se perderían prácticamente en su totalidad.


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¿Cuándo se llevó a cabo este drástico cambio? No se sabe con certeza ya que no está documentado. Pero todo hace suponer que debió realizarse entre 1.734 y 1.752 coincidiendo con la construcción de la nueva ermita, de modo que al ser entronizada la imagen en su nuevo y fastuoso retablo, apareciese con una renovada apariencia, más en conformidad con los nuevos gustos estéticos. Además, podemos observar en las fotografías anteriores a 1.936 que la hechura del Niño Jesús y de las manos de la madre,

encaja perfectamente en el barroco del siglo XVIII, y contrasta con el arcaísmo del rostro de la Virgen.

Existe una segunda descripción de la imagen de nuestra Patrona, muy breve también, pero que aporta nuevos datos sobre su cronología y estado de conservación. Dicha descripción la realizó entre 1913 y 1917 D. Bernardo Portuondo y Loret de Mola (1.872 – 1.933) para la redacción de su Catálogo Monumental Artístico-Histórico de la Provincia de Ciudad Real. En él podemos leer:

“La Imagen de la Virgen estuvo sentada en su origen y por los pocos caracteres hoy apreciables, puesto que apenas conserva de lo antiguo mas que la cara y busto de la madre, revela ser de los tiempos de transición, (siglos XIII y XIV), pues ya aunque es de poca expresión la cara y sus facciones son poco correctas, no son toscas ni tan inexpresivas como en los siglos anteriores; tiene las modificaciones acostumbradas para vestir las imágenes”.


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Comparando ambas descripciones, cabe destacar en esta última que ya no es posible apreciar en la talla nada de su postura sedente, ya que “apenas conserva de lo antiguo mas que la cara y busto de la madre”. Este dato nos revela una última y fatídica intervención sobre la imagen que hizo desaparecer los pocos vestigios que pudo observar D. Inocente Hervás dos décadas atrás.

Cronológicamente, Portuondo insinúa que la escultura podría remontarse estilísticamente incluso al siglo XIII, época de transición del románico al gótico, contra lo que afirma la primera descripción, que la sitúa en la segunda parte del XIV en adelante, donde el gótico ya es un estilo consolidado. Finalmente, Portuondo considera que sus facciones son “poco correctas”, contra la apreciación de Hervás, y termina hablando de las modificaciones a las que aludíamos más arriba.

La fotografía arriba mostrada es, con toda probabilidad, la más antigua realizada a la imagen. Su autor fue Emilio Sánchez Aguilar, fotógrafo y pintor con estudio en Moral de Calatrava, según reza el sello en tinta azul al dorso del soporte de cartón sobre el que está pegada la fotografía. Podría haberse tomado en las últimas décadas del Siglo XIX.

En aquella época se tomaron varias fotografías, casi todas muy similares a esta, de las cuales tenemos constancia porque fueron reproducidas en múltiples ocasiones con motivo de las periódicas ediciones de los programas de fiestas a principios del siglo XX.


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Esta fotografía en concreto, sirvió de modelo para fabricar el troquel con el que se fundieron las primeras medallas para su Hermandad. Estas no pueden ser anteriores al 12 de Febrero de 1.895, fecha en la que es concedido el título de “Ciudad” a Moral de Calatrava ya que, como puede observarse en la inscripción al reverso de la medalla, Moral aparece mencionado con este título.

Volviendo a la primera fotografía, vemos que la imagen de la Virgen se presenta sobre unas andas y bajo un baldaquino o templete que, según los testimonios orales, era de metal y se hizo desaparecer al inicio de la persecución religiosa arrojándolo al fondo de una noria cercana a la ermita. Desconocemos el motivo por el cual una vez reestablecido de nuevo el culto tras la contienda civil, no se reprodujo de nuevo este elemento tan característico de la imagen de nuestra Patrona, como en el caso del Santísimo Cristo de la Humildad, también cobijado bajo un templete similar. Opinamos que en lugar de asimilar elementos iconográficos propios de otras regiones de España, convendría recuperar nuestra propia estética religiosa como signo de identidad regional.


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La imagen viste para esta fotografía un terno compuesto de saya, manto, y túnica para el Niño Jesús, confeccionados en brocado con motivos vegetales en blanco sobre fondo carmesí, orlado de puntilla de encaje dorado. Al menos el manto, en la actualidad sigue vistiéndolo la imagen en su camarín para algunas épocas del año. El conjunto se complementa con un velo o toca de gasa bordada. Corona, potencias, media luna y pendientes con camafeos se han conservado hasta hoy, si bien la ráfaga de puntas que circunda la corona se perdió o al menos no se usa en la actualidad.

En esta cuarta fotografía, aparece en el ángulo inferior derecho, un sello que dice: “J. Mena Foto. Cruz 19, Madrid”. No significa esto que fuese dicho fotógrafo quien realizó la fotografía en si, sino quien realizó la ampliación y arreglo de la misma, ya que se trata de una fotografía de gran formato, bastante retocada en base a las técnicas artesanales de la época, por lo cual parece más un dibujo hecho a carboncillo.


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Aquí la imagen viste la misma indumentaria que en la primera fotografía a excepción de la corona. Esta, de mayor tamaño que la anterior, ha llegado hasta nosotros siendo usada en innumerables ocasiones como corona de gala en las festividades solemnes hasta la adquisición de la actual corona de gala.

Mostramos aquí una fotografía en la que aparece la imagen bajo su característico templete de metal usado en esta época, sobre una especie de altar de novenario ornamentado con ramos florales (probablemente confeccionados en tela), ciriales, sacras, etc.

La Virgen viste un terno de terciopelo morado salpicado de estrellas doradas y guarnecido en su orla con puntilla de encaje de metal, prenda de carácter penitencial que la imagen ha vestido con motivo de rogativas y calamidades públicas. Vistió esta prenda por última vez en febrero de 1995 con motivo de la celebración de una procesión-rogativa.

Por todos estos detalles, conjeturamos que la fotografía podría haberse tomado en torno a la salida procesional extraordinaria (Ad Petendam Pluviam) que tuvo lugar el 20 de abril de 1917, al celebrarse el primer centenario del milagro obrado por intercesión de Fray Julián de Piedralabes (franciscano descalzo) cuyas placas conmemorativas campean en la fachada de la ermita de San Roque y en el actual no 16 de la calle del mismo nombre. Para dicho evento, que gozó de gran resonancia en la prensa regional de la época, procesionaron gran parte de las imágenes y hermandades de la ciudad.

Viste la Virgen en esta fotografía un terno de raso en seda marfil, bordado en oro de realce con motivos vegetales estilizados, prenda de gran empaque y vistosidad usada durante muchas décadas como ornamento de gala para las salidas procesionales.


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Hoy en día su uso se reduce a manto de camarín, al haberse adquirido con posterioridad otro de mayor riqueza para las solemnidades. No obstante, a pesar de los lógicos deterioros del tiempo, no ha perdido nada de su belleza. Valdría la pena realizar una adecuada restauración de esta histórica prenda. Lleva sobre su cabeza la corona pequeña que pudimos observar en la primera de las fotografías.

A los dos lados de la imagen aparecen sendos ramos florales artificiales al gusto de la época. Hasta aquí, vemos que la imagen primitiva de nuestra Patrona va tocada con un velo (símbolo de virginidad) directamente sobre la talla de madera. Después veremos cómo se irá introduciendo el uso de pelucas, al objeto de dar mayor realismo a la sagrada efigie.

La fotografía sirvió de modelo para la fabricación de las diferentes medallas que mostramos a continuación, y para el medallón bordado en el antiguo estandarte de la hermandad.

Las dos fotografías siguientes las podemos considerar como una sola, ya que recogen dos aspectos diferentes de la sagrada efigie siendo tomadas en el mismo momento y lugar.

La imagen aparece en el camarín de la ermita, espacio que hoy sirve también de sacristía y que merecería un estudio aparte por tratarse, junto con otras habitaciones adyacentes, del único vestigio que ha sobrevivido de la primitiva ermita medieval.

Se trata actualmente de una sala de planta octogonal en su interior, que muestra ser al exterior la cabecera o ábside de un edificio de una sola nave con contrafuertes al exterior, interrumpida hoy por la fábrica de la actual ermita. En su origen, este antiguo edificio pudo estar cubierto, como en otros modelos análogos existentes en la provincia de Ciudad Real, por un artesonado de tradición mudéjar, sustituido o enmascarado después por el actual techo de elegantes estucos renacentistas que hoy se pueden admirar.


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Al fondo de la foto, hacia la izquierda, se observa un retablo de líneas greco- latinas sobre un altar rococó de perfil mixtilíneo decorado con rocallas. Este retablo era uno de los tres que existieron en la ermita: el primero, según Hervás, provenía de los tiempos de la reconquista, aunque Portuondo no llegó a conocerlo por haber desaparecido poco antes de elaborar su Catálogo; el segundo, del que venimos tratando, al parecer también procedente de la primitiva ermita, fue reubicado después en el trasaltar de espaldas a la Virgen; el tercero, de estilo churrigueresco, presidía el presbiterio o altar mayor de la ermita. Aparecen también en la fotografía diferentes cuadros colgados en las paredes así como exvotos de pelo. El suelo se ve pavimento con baldosas de barro cocido.

Por tratarse de dos fotografías tardías y de mayor calidad técnica que las anteriores, en ellas pueden apreciarse más detalles; a esto contribuye también la ausencia de luz artificial.

Viste aquí la Virgen un terno de seda blanca adamascada con motivos florales policromados bordados en seda, con técnica similar a las manufacturas importadas de Manila. Prenda de gran valor, es usada por la imagen especialmente en el mes de Mayo. En la actualidad ha sido sustituida por una copia fiel, para preservar del deterioro la prenda original. El conjunto se complementa con un velo o toca de blonda.

Obsérvese el uso de la peluca y del cordón con borlas que sirve de cíngulo a la saya, elementos que aparecen como novedosos en esta época. El niño Jesús lleva prendido en el pecho (en esta y en todas las demás fotografías) un broche sobre el que campea la cruz de Santiago. Este es un elemento extraño en una población perteneciente a la Orden de Calatrava. Sin embargo, fue un caballero de la Orden de Santiago, Don Agustín Ordóñez Pacheco y Villaseñor, quien en 1.734 fue el principal impulsor y mecenas de la reconstrucción y ampliación de la ermita de la Virgen. ¿Podría ser esta joya, obsequio de tan insigne personaje como testimonio de su gratitud y devoción? Lo dejamos en el terreno de la hipótesis.

Inspirándose en las dos fotografías anteriores, Fabricó un ceramista anónimo andaluz en los años de la posguerra el retablo cerámico que puede verse en la fachada de la ermita cubierto por un airoso tejadillo con faroles. Como se observa, se introduce una vez más el elemento tan característico del templete, aunque esta vez en versión más libre.

Esta fotografía pudo ser tomada alrededor de 1.930 y por tanto, próxima ya la desaparición de la sagrada efigie. Está tomada en el umbral de la puerta de su ermita; obsérvese que las hojas de la portada son exactamente las mismas que en la actualidad. El trono o carroza procesional, de gusto decimonónico, indica el grado de pujanza que llegó a gozar la Hermandad en aquella época.


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En lugar de las faldillas usadas en la actualidad, aquí aparecen unos largos flecos que le dan un aspecto encantador. En esta época aún no se había generalizado el uso de flores naturales para la ornamentación de estos tronos; se usaban flores artificiales, que en este caso parecen confeccionadas con finas láminas de metal y están puestas sobre jarrones con bajorrelieves de inspiración greco-romana.

El conjunto formado por la nube de ángeles y la imagen de la Virgen es de alto contenido simbólico-teológico, ya que viene a presentar de forma plástica el Dogma de María Asunta a los cielos, en cuya fiesta (15 de agosto) celebramos a nuestra Patrona. Por otro lado, están presentes todos los elementos que aparecen en el Apocalipsis capítulo 12, versículo 1: «Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza».

Como puede observarse, en lugar de llevar cubierta la cabeza con el característico velo, se optó por exponerla luciendo una cabellera de largos bucles o «tirabuzones». La evolución en la indumentaria ha hecho que la imagen gane en naturalidad, según postula la devoción popular.

Lunes 6 de Mayo de 1935: sorprende que en plena segunda república y faltando tan sólo un año para estallar la guerra civil española, donde en otros lugares estaban prohibidas estas manifestaciones públicas de fervor religioso, tuviera lugar en nuestro pueblo un acto multitudinario de esta índole y magnitud. Se trataba de una procesión extraordinaria de carácter penitencial «Ad Petendam Pluviam», ante la persistente sequía que asolaba las tierras del término municipal. Según cuentan los testigos presenciales, efectivamente la abundante lluvia no esperó a que finalizara esta procesión. Muchos de los rostros que aparecen en la fotografía son aún perfectamente reconocibles para los más ancianos, y son muchas las anécdotas que se cuentan sobre esta emocionante jornada.


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La Virgen aparece en el mismo trono que hemos visto en las dos anteriores fotografías, aunque para esta ocasión se añadieron una especie de alabardas adornadas con flores y terminadas en varios brazos con bombillas en sus extremos. La imagen de la Virgen no lleva vestido penitencial, sino de gala. La carroza va escoltada por banderas de diferentes corporaciones o cofradías. Por otro lado, el aspecto que ofrece la plaza nos puede recordar algo al que tiene en la actualidad el Paseo de San Roque.

Parece que la toma de esta fotografía no fue improvisada, ya que casi todos los participantes miran al objetivo. Probablemente se construyó a tal efecto alguna plataforma a gran altura o quizás el fotógrafo se situó en algún balcón del antiguo pósito.

He aquí una de las primeras estampas impresas tras la guerra, de la nueva imagen de nuestra Patrona. El autor de la misma fue el escultor valenciano afincado en Moral de Calatrava, D. José Cortina Marco. La policromía la ejecutó el pintor moraleño D. Jesús Velasco.

Podemos considerarla una versión libre de la anterior, ya que es evidente la ausencia de parecido. Fue concebida como imagen de vestir, también llamadas «de candelero» y en ella fue incorporada la mano derecha de la imagen antigua, salvada de la destrucción por D. Juan Fernández Asensio. Se extendió entre el pueblo la creencia infundada de que también el Niño Jesús fue salvado, pero salta a la vista la diferencia entre uno y otro y, por tanto, debe rechazarse esta idea a no ser que fuesen aprovechados algunos fragmentos del anterior.


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Parece que en un principio esta nueva imagen no debió gustar demasiado a los miembros de las primeras juntas directivas de la hermandad e incluso llegó a considerarse, quizás de forma no oficial, la idea de sustituirla por otra de mayor calidad. Finalmente no se llevó a cabo este proyecto, porque con el paso del tiempo los moraleños tomaron cariño a esta nueva imagen mientras el recuerdo de la antigua se iba borrando.

La Virgen fue objeto de una profunda restauración a mediados de los años ochenta que la embelleció considerablemente. Viste aquí la misma indumentaria que en fotografías anteriores. El escultor mencionado realizó algunas imágenes que hoy se veneran en Moral.