Oficios desaparecidos.- El lechero

Mª Dolores López-Tercero Sánchez.- La facilidad de hoy en día de acudir al supermercado, o cualquier tienda de barrio, y poder elegir distintos tipos de leche (entera, desnatada, semidesnatada, sin lactosa, de soja, de avena, etc.) ha hecho que nos hayamos olvidado de la figura del lechero, y en algunos casos, incluso de donde se obtiene este bien de consumo.

Cada mañana, el lechero recorría las calles de distintos pueblos y ciudades, repartiendo entre los vecinos que así lo quisieran su producto.


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La mayor parte de las veces, este líquido se transportaba en grandes lecheras de latón, desplazadas gracias a la ayuda de un burro, a veces en bicicleta. Sin embargo, en algunas ocasiones, el lechero partía con el animal del que obtenía el producto, el cual era ordeñado en cada casa.

Y no sólo de la vaca o cabra se obtenía y consumía la leche, sino que el lechero también podía partir con su burra preñada, vendiendo la leche de ésta, la que era apta para consumo humano y se le adjudicaban poderes curativos para los males estomacales.

En Moral de Calatrava, en los años 50 y 60 se traía la leche de las majadas, las ovejas se ordeñaban en la madrugada, y antes de salir el sol, uno de los pastores transportaba la leche en un burro, con los cantaros en las aguaderas. Aprovechaba el viaje para pasar un rato con la familia y volver con el hato.


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Con el paso del tiempo, y debido al aumento de la demanda del producto, se llegó a transportar el mismo en carretas, tiradas por burros o, en el mejor de los casos, caballos.

Los nuevos modos de comercialización, con elementos de consumo tratados que son capaces de resistir más tiempo en nuestros almacenes sin perecer, así como el auge que tuvieron las tiendas de ultramarinos y, posteriormente, los grandes almacenes, han hecho que se prescinda de ciertos trabajos, como es el del lechero. Pero, ¿quién no guarda aún en un baúl de su casa una vieja lechera de sus antepasados?